Este libro examina los complejos caminos que un caso judicial atraviesa cuando se discuten los umbrales del poder violento de la policía, entendido como una técnica de gobierno y como un dispositivo de administración del orden y la seguridad urbana. Las escenas disímiles que evoca –de los sórdidos calabozos, los enfrentamientos en la calle, de las razias y del “gatillo fácil”– han convertido la violencia de la policía en una categoría interpretativa que encuentra una especificidad inmediata: es la fuerza instituida y simbólicamente legítima a la que se impugnan “excesos”, “abusos” y “brutalidad”, y son éstos los términos que se prestan a representar lo que rebasa límites.
Este libro no trata de esa violencia exactamente, sino de aquella que la circunscribe normalizándola, haciéndola posible. El interés de esta discusión reside en que quienes la emprenden son activistas de derechos humanos que se enfrentan el laberinto de la burocracia penal estatal.